Levante la mano quien, de una forma u otra, no ha empezado a integrar la inteligencia artificial a su vida... 🤚
Por:
Aunque creas que no, a menos de que no vivas debajo de una roca -en cuyo caso no sé como estás leyendo esto- si tu vida tiene un componente digital, en lo personal o profesional, la inteligencia artificial marca la pauta de los algoritmos toman las decisiones sobre tus créditos hipotecarios y que moldean tus patrones de compra y a la vez tu percepción de la realidad.
La IA no es la primera revolución tecnológica que hemos vivido como especie: desde la época antigua hemos buscado formas de producir resultados en nuestro alrededor a través de la energía del trabajo de los músculos, después con herramientas y ganado, hasta llegar a los combustibles fósiles y la energía nuclear y renovable, pasando por la digitalización de la vida pública y privada. Y ahora que estamos a punto de desbloquear el siguiente nivel con la inteligencia artificial, con promesas como la de aumentar la productividad global del 30%, curar todas las enfermedades y tener un tutor personalizado para la educación de cada persona, ¿es legítimo tener un nivel de preocupación o deberíamos rendirnos ante el tecno-optimismo?
Uno de los principios que me guían en la vida es el Quinto Acuerdo de Miguel Ruiz: duda de todo, pero ábrete a la escucha. En otras palabras, un poco de sano escepticismo. Y por lo mismo, no puedo no pensar que, de todas las tecnologías que creamos hasta ahora, esta es la primera capaz de funcionar por sí misma, sin un humano operándola. Cuando pueda, ¿qué decisiones tomará? Y si hasta ahora la automatización de la industria ha remplazado a la fuerza laboral activa en trabajos más manuales, y que quizás no sentimos tan directamente en nuestra piel, la IA inevitablemente sustituirá a millones de personas (¿o mas?) en trabajos que requieren procesar información pero de forma más rápida, eficiente, y económica. En lo personal, si fuera abogado o contador hoy en día empezaría a tener escalofríos.
Pero hay otro tema. A nivel colectivo e individual estamos pasando por una crisis que nace de nuestra desconexión con la naturaleza y que implica a la vez el terminarse de recursos finitos de los cuales depende nuestra prosperidad - o sobrevivencia - global y una profunda ansiedad latente. Un contexto que, para ser resuelto, debería pasar por principios como la auto-regulación (en lugar que la celebración del consumo como éxito) y el resideño de nuestra sociedad a través de nuevos ejes rectores como la sostenibilidad y la interdependencia. Quizás tener menos cosas y más tiempo.
Y en el medio de todo esto, entra: IA, como un toro en una tienda de cristales, una tecnología que no solo consume agua y electricidad en cantidades alucinantes en los primitivos niveles actuales, sino que para crecer y cumplir sus promesas de bienestar global requiere de un aumento energético que es evidente que nos llevaría a un colapso planetario. A menos que la IA no resuelva su propia necesidad energética. De alguna forma es como estar manejando contra una pared de ladrillos y acelerar con todo en la esperanza que aumentando la velocidad podamos romper y pasar a través del muro.
En los próximos 5 años seremos sujetos u objetos del cambio más radical en la historia de nuestra especie, si es que llegamos, como todo parece indicar, a la Artificial General Inteligence. En lo que esto ocurre, mi consejo es de seguir cultivando habilidades que radican en las relaciones interpersonales y con la tierra. Con todo e IA, la luna seguirá moviendo las mareas, el viento no dejará de soplar y los arboles de producir el aire que respiramos. Quizás en vez de siempre mirar hacia afuera podamos apreciar que hay otra gran inteligencia en acción, la de nuestra madre tierra de la cual somos una pequeña, fundamental, parte. Y a la cual podemos contribuir, si recordamos nuestro origen.
Ojalá recordemos. Y todo lo demás, veremos.
){kind=link}