Nuestro planeta es un sistema perfecto.
En un ciclo perpetuo, como en un gran concierto de músicos sin director de orquesta, la interacción de billones de plantas y animales y mecanismos naturales genera los así llamados sistemas de soporte de la vida. A través de ellos se polinizan las flores y crecen las frutas, se purifica el aire, secuestrando carbono, se crea y retiene agua, se forma la materia orgánica que alimenta el suelo debajo de nuestros pies.
De estos sistemas, tan alejados de la vida cotidiana de la ciudad, depende completamente nuestra existencia, aunque los ignoremos.
Cuando a principios del siglo anterior unos químicos alemanes empezaron a sintetizar artificialmente el nitrógeno para generar cantidades aparentemente infinitas de fertilizante para alimentar la población en crecimiento, se empezaron a alterar los equilibrios del planeta generando una serie de efectos a cascada que nos han colocado al borde de una crisis climática global.
Los fertilizantes químicos han eliminado la necesidad de rotar e integrar distintos cultivos. Bienvenidos monocultivos y con ellos, bienvenidas nuevas plagas. Esto ha creado la necesidad de herbicidas y pesticidas químicos, hechos a base de petróleo. Ya saben a donde condujo todo esto: dependencia de los hidrocarburos, emisiones de gases de invernadero, y aumento de la temperatura global.
Todo esto al mismo tiempo que la agroindustria ha inundado los mercados de comida de alto valor energético, pero de valor nutricional nulo, al punto que en el mundo las personas malnutridas han superado a las que padecen hambre y que las enfermedades relacionadas al estilo de vida se han trepado en cima de la lista de las primeras causas de mortalidad.
En un ejercicio cínicamente irónico de simetría, la destrucción del cuerpo humano ha sido espejo de la destrucción del planeta por medio del consumo y la producción de alimentos equivocados.
En otras palabras, la agricultura moderna ha permitido la creación de grandes cantidades de comida de escaso valor nutricional, lo cual ha permitido la explosión poblacional, pero a costa de grandes costos ocultos – las así dichas externalidades – para el medio ambiente y la salud.
Ahora, según cálculos de Naciones Unidas, para el 2050 tendremos que doblar nuestra capacidad de producción de alimentos a raíz del crecimiento poblacional y de cambios en los patrones alimenticios. Pero como vamos a lograr esto si ya hoy en día estamos sobre-consumiendo los recursos naturales?
Es posible que los seres humanos y la naturaleza tengamos a fuerza que estar en conflicto? Que tengamos que escoger entre hambre y destrucción del medio ambiente?
En Vero Amore creemos que no.
Y si pudiéramos escoger alimentos que, lejos de enfermarnos y destruir al planeta en el proceso, pudieran mejorar nuestra energía, nuestra salud cognitiva y nuestro sistema inmune, al mismo tiempo que conservar los bosques y los ríos, purificar el aire, y en general, asegurar un futuro mejor para todas las especies?
Este futuro pasa por un cambio de paradigma, y se ejecuta en el día a día. Los seres humanos no somos ajenos a la naturaleza, somos una manifestación de ella. Como tal, la producción de comida tiene que estar en harmonía con los procesos naturales. Este es nuestro compromiso, alimentos sin químicos producidos por medio de agricultura regenerativa. Un regreso al origen, del cual todos sentimos la necesidad en la intimidad de nuestro corazón.
Juntos podemos sentar las bases de un nuevo inicio, como individuos, como sociedad. Están list@s?
Para Toda La Vida.